A pesar de que muchas voces se alzaron en los medios de comunicación ante la idea de un medicamento que pudiera curar la heterosexualidad, por ser inútil, imposible, nada científico y además amoral. La venta del medicamento no ha parado de crecer y de hacerse un hueco en la imaginería de nuestra época, en apenas unos meses tras su licencia y puesta a la venta en medio mundo.
Sus detractores han visto como sus efectos no eran tan supuestos, y la medicina y la ciencia han certificado que su eficacia alcanza al 95% de los sujetos testados. Aquellos que lo han probado, experimentan unos deseos irresistibles de tener relaciones íntimas con miembros del mismo sexo. Eso sí, creando una nueva identidad sexual que en la mayoría de los casos, tal y como anunciaba la empresa farmacéutica que lo comercializa, Be-LGBT, sus efectos secundarios no superan las dos semanas de duración.
La tercera ingesta del tratamiento, sin embargo ha mostrado un porcentaje de éxito que en la práctica ha mostrado una efectividad del 100%, sobre todo en la permanencia de la identidad sexual homoerótica. Y contra todo pronóstico, decenas de miles de ciudadanos ya han decidido cambiar de bando.
En ciudades como Madrid, los empresarios del afamado barrio de Chueca, confirman que sus locales se ven desbordados por la llegada de savia nueva, sobre todo muchas amas de casa, que cansadas de sus maridos, han encontrado la paz y la complicidad, en la intimidad de una mujer, y no piensan volver atrás.
“Cada día conozco a dos o tres, –nos dice un camarero de discoteca– chicos y chicas, en apariencia nada gays, que juran que es la mejor decisión que han tomado nunca. Que en el momento que decidieron probar lo que era ser gay, se les apareció como una luz… Como quien encuentra su camino en la vida, más o menos…”
Pero la polémica, a pesar de su buena acogida por los potenciales compradores, sigue muy viva para parte de la sociedad conservadora. Uno de sus lobbys afirma haber encontrado otra composición farmacéutica que anula los efectos, y que ha iniciado una campaña para que se sufrague su entrega gratuita y obligatoria.
Aunque la OMS ya ha dispuesto que no cumple con los parámetros sanitarios y médicos adecuados, y que su efectividad es inferior a la deseada, además de provocar muy peligrosos efectos secundarios, como la intolerancia, la cegazón, y sobre todo, un cerrado egoísmo.